Un reciente estudio de competitividad
vuelve a marcar un retroceso en los pilares de economía, empresas e
infraestructura. Solo Lima Metropolitana y el Callao alcanzan un desempeño
medio alto, mientras la inestabilidad política, jurídica e institucional siguen
frenando mejoras.
El Índice de Competitividad Regional del Perú (ICRP)
2025, elaborado por Centrum PUCP, reporta un retroceso generalizado: Diecinueve
regiones aparecen en el nivel “extremo bajo”, mientras que solo Lima
Metropolitana y el Callao se mantienen en el nivel “medio alto”.
El informe señala que, tras casi una década de
mediciones, los avances logrados hasta 2021 se han debilitado por la
inestabilidad política, el bajo dinamismo económico y la ausencia de políticas
públicas orientadas a cerrar las brechas territoriales. El índice evalúa a las
26 regiones del país, incluyendo Lima Metropolitana y Lima Provincias, en cinco
pilares: Economía, Gobierno, Infraestructura, Empresas y Personas.
El ICRP 2025 también precisa que solo 7 regiones
mejoraron sus capacidades, mientras que 19 se mantuvieron o retrocedieron. Las
regiones que mejoraron —aunque no salieron del último nivel de competitividad
“extremo bajo”— fueron Puno, San Martín, Cajamarca, Loreto, Lima Provincias,
Tumbes y Amazonas.
Desempeño
por pilares
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El pilar de Economía evidencia el
deterioro más pronunciado en la competitividad regional. En 2025, el promedio
nacional retrocedió de 25.1 a 23.2 puntos, evidenciando un menor dinamismo
productivo, la debilidad de la inversión privada y una creciente vulnerabilidad
frente a la incertidumbre interna. Solo seis regiones lograron mejorar,
mientras que 20 retrocedieron. Entre los indicadores evaluados figuran el PBI
per cápita, el ingreso promedio del hogar, el empleo formal y el valor agregado
industrial.
A pesar del descenso generalizado, Lima
Metropolitana (63.5), Moquegua (52.9) e Ica (42.1) lideran el pilar y son las
únicas que no se encuentran en el nivel “extremo bajo”, en el que se ubican las
otras 23 regiones. Aunque las posiciones de las tres regiones mencionadas
tampoco son alentadoras, pues se encuentran en los rangos de “medio bajo”,
“bajo” y “muy bajo”, respectivamente. Estos resultados son consecuencia de una
estructura económica profundamente desequilibrada, con un reducido grupo de
territorios capaces de sostener capacidades productivas frente a una mayoría
que enfrenta severas limitaciones para su desarrollo.
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El pilar Empresas también registra un
descenso de 41.9 a 40.1 puntos atribuido a un entorno de negocios más incierto
y de menor confianza para invertir. Los mejores resultados corresponden a
Moquegua (73.2), Lima Metropolitana (52.6) e Ica (52.2); mientras que los
menores desempeños se encuentran en Huancavelica (27.5), Amazonas (25.6) y
Tumbes (25.0).
El número de regiones en nivel “extremo
bajo” pasó de 5 a 6, y las ubicadas en “muy bajo” aumentaron de 13 a 15. Este
retroceso no solo responde a dinámicas privadas, sino también a la incapacidad
del Estado para ofrecer un entorno estable, amigable y predecible para la
actividad empresarial. El reporte destaca que el sistema financiero y el tejido
empresarial formal se concentran en Lima Metropolitana y capitales regionales,
mientras que territorios andinos y amazónicos muestran menor acceso al crédito,
menos empresas innovadoras y mayores niveles de informalidad.
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El pilar Infraestructura continúa
siendo una de las áreas con mayor rezago: 24 regiones se encuentran en nivel
“extremo bajo”. El informe indica que entre las regiones que cayeron están
Áncash, La Libertad, Lima Provincias, San Martín, Loreto, Ayacucho, Apurímac,
Huánuco y Amazonas que padecen limitaciones en conectividad. Solo Lima
Metropolitana y Callao alcanzan niveles “medio bajo” y “bajo”, respectivamente.
Estas son consideradas casos atípicos por su red vial pavimentada, acceso a
energía y telecomunicaciones.
A este panorama regional se suma la
ineficiencia del Estado en la ejecución de obras públicas. Por ejemplo, en
Puno, proyectos activos acumulan retrasos promedio de 876 días y presentan
sobrecostos superiores al 100%, con casi un 30% de iniciativas sin reporte de
avance. Además, en varias regiones amazónicas y andinas una gran parte del
presupuesto se destina a gastos corrientes, como planillas, dejando solo
alrededor del 25% para inversiones en obras, lo que paraliza proyectos clave.
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El pilar de Gobierno muestra un
desempeño más equilibrado que el de Economía, aunque también registra
retrocesos en comparación con el año anterior. Los primeros lugares los ocupan
Lima Metropolitana (69.2), Moquegua (61.1) y Tacna (53.4), mientras que
Lambayeque (41.0), Ucayali (39.8) e Ica (36.8) se ubican en los últimos
puestos. Aunque regiones como Amazonas (51.0) y Puno (46.9) presentan mejoras,
estas no logran compensar las caídas observadas en la mayoría de territorios.
El sur del país muestra, en general,
mejores niveles de gestión pública que el norte, reflejando diferencias
persistentes en capacidad institucional, calidad de la administración regional
y eficiencia en la ejecución del gasto. Estas brechas confirman que, pese a la
relativa estabilidad del pilar, la consolidación de un Estado más efectivo
continúa siendo un desafío para la competitividad territorial.
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El pilar de Personas también muestra
retrocesos en 2025. El top 3 está conformado por Lima Metropolitana, Moquegua y
Arequipa, todas ubicadas en el nivel “medio bajo”, lo que evidencia que incluso
las regiones mejor posicionadas enfrentan limitaciones en el desarrollo de
capacidades humanas. El informe señala que la costa presenta los mejores
indicadores, mientras que las regiones de la selva continúan en los últimos
lugares debido a brechas persistentes en acceso a servicios básicos, educación,
salud y oportunidades laborales.
Además, territorios como Áncash, La
Libertad, Lima Provincias, San Martín, Loreto, Ayacucho, Apurímac, Huánuco y
Amazonas registraron caídas en puntaje o posiciones, lo que confirma un
deterioro generalizado en la calidad de vida y en la capacidad de las regiones
para desarrollar talento, atraerlo o retenerlo. En conjunto, estos resultados
revelan que las mejoras sociales aún no logran consolidarse y que las brechas
territoriales en bienestar continúan afectando la competitividad regional.
La persistencia de estas brechas evidencia que el país
carece aún de políticas sostenidas que impulsen un crecimiento más equilibrado.
Sin un esfuerzo concertado para fortalecer la eficacia del Estado, asegurar
reglas claras y mejorar la eficiencia en la inversión pública, el Perú seguirá
operando con bases frágiles y con regiones que no logran desplegar su
potencial. El desafío, por tanto, no solo es técnico, sino profundamente
institucional.

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