La promesa de reducir el tamaño del Estado y destrabar inversiones quedó en
pausa tras la salida de José Salardi del MEF. Hoy, con un déficit fiscal al
alza, programas ineficientes y proyectos sin rumbo, el reto del nuevo ministro
no es menor: recuperar una hoja de ruta que apueste por eficiencia, orden y
ejecución real.
A finales de marzo, el
exministro de Economía, José Salardi, anunció un shock desregulatorio y de
infraestructura con la promesa de sentar las bases de una economía sólida y
sostenible, y así atraer más inversión y generar crecimiento a corto y largo
plazo. La promesa sonaba bien, pero la salida de Salardi y la entrada de Raul
Pérez-Reyes como ministro de Economía y Finanzas pone en duda la continuidad de
este shock.
UN ESCENARIO POCO ALENTADOR
En un comunicado
publicado en la red social X, Salardi dio a conocer el estado situacional en el
que recibió el país al momento de asumir el MEF. Si bien la tasa de crecimiento
era del 3%, el potencial que tiene el país permitiría “de manera sostenida
crecer a más del 5% anual en los próximos años”, detalló.
Sin duda, el
mayor reto era –y sigue siendo de cara a un año preelectoral– mantener la regla
del déficit fiscal, que en 2024 había cerrado por encima del 3.5%. Regla que,
por cierto, no se ha cumplido en los dos últimos años. Es decir, el Estado ha
gastado más de lo que tiene, a costa del dinero de los contribuyentes.
A ello se
sumó la formulación de un presupuesto para el 2025 con serios desequilibrios en la asignación de recursos,
donde se priorizó el gasto corriente –como planillas– por encima de proyectos
de inversión que cierren brechas. Todo esto en medio de pedidos constantes de
créditos suplementarios, una cartera de proyectos desordenada y mal
estructurada, sobrerregulación, trabas burocráticas y el pozo sin fondo de
Petroperú, que sigue absorbiendo dinero público para intentar subsistir.
“DEJAMOS LA CASA EN ORDEN”
El objetivo de
este shock desregulatorio era -y debe seguir siendo- mover la aguja
de inversión. Es decir, destrabar proyectos, agilizar trámites y crear
condiciones favorables para las inversiones privadas.
En esa línea, se
buscó establecer un “shock
desregulatorio” para destrabar e impulsar inversiones. De una lista de 402
medidas, hasta la salida de Salardi, se avanzó con el 60% de ellas. Una tarea
que debe continuar para apoyar a la MYPE, asfixiada por los altos costos de
ingresar al mundo formal y entreverada con la tramitología para poder
establecer su negocio. La eliminación de barreras burocráticas generaría mayor productividad,
empleo y dinamizaría la economía. Una promesa que ahora queda en suspenso.
La segunda gran
apuesta fue el shock de infraestructura. De acuerdo con Salardi, el país
atraviesa una brecha de infraestructura que asciende a US$ 150 mil millones. Con
escuelas al borde del colapso, hospitales y postas inoperativos y carreteras en
mal estado, era importante establecer un plan que modernice la infraestructura
del país.
Se apostó por
reforzar las Asociaciones Público Privadas (APP), con un portafolio de cerca de
US$ 70 mil millones en proyectos en transportes, salud, agua, saneamiento,
energía, turismo, etc… De acuerdo con el exministro Salardi, reforzar la
cartera de proyectos APP permitiría al país sumar 2 puntos porcentuales en su
PBI en los próximos años. Cabe resaltar que, en conferencia de prensa, Raul
Pérez-Reyes, afirmó que su despachó avalúa modificar aspectos de la nueva ley
de APP, lo que pone en duda la continuidad, no solo de este proyecto, también
de los avances planteados por la gestión Salardi.
Por último, la
apuesta por incentivar las inversiones
mineras en el país -que en enero del
2025 sumaron US$ 3,989 millones, según la SNMPE- es otra de las aristas que
fue planteada como parte de este shock. Según Salardi, se tenía previsto destrabar
proyectos con inversiones mayores a US$ 60 mil millones.
Estas son las
tareas pendientes que quedan en el MEF tras la salida de Salardi. El abrupto y
sorpresivo cambio en el Ministerio de Economía y Finanzas pone en duda la
continuidad de políticas públicas orientadas a modernizar el país. Menos
burocracia, más inversiones y empleo, esa debe ser la voluntad política que
debe primar en la cartera. “Dejamos la casa en orden”, fueron las palabras de
Salardi después de su salida. La oportunidad ya está sobre la mesa; dejarla
pasar sería condenar al país; a los contribuyentes que aprietan el bolsillo
para pagar las cuentas, a la parálisis.
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